Capítulo 22. FRANCIA SE VA INTRODUCIENDO EN GUINEA
La actividad de Francia en Guinea se inicia poco después del acceso a la independencia de la antigua colonia española. Río Muni esté rodeado por Camerún y Gabon, dos países francófonos que siempre han mantenido importantes lazos con París. En realidad fue casi un milagro que España pudiera conservar a lo largo de los últimos dos siglos ese territorio cedido por Portugal. De hecho, aunque en un principio la cesión comprendía un área de 300.000 kilómetros cuadrados, las posesiones africanas de Madrid se había reducido, al comienzo de este siglo, a menos de 30.000 kilómetros cuadrados.
Tras el frustrado golpe de estado de 1969 y la salida de los españoles comienza la decadencia de Guinea, en forma paralela a su nacimiento como nación. En ese momento de confusión aparecen en escena una serie de países que tratan de sacar buenas tajadas, aunque tengan que taparse los ojos para no ver lo que ocurría.
Los soviéticos, que desde 1973 disfrutan del monopolio de la pesca en Guinea, encuentran caladeros en los que nadie controla sus capturas y, sobre todo, la isla les permite disponer de un vital punto en el golfo de Biafra, casi a mitad de camino entre la entrada del Mediterráneo y las costas de Angola. China, en aquellos años enfrentada a la URSS, lleva a cabo en Guinea su política de acercamiento hacia los países del Tercer Mundo y, a cambio de ciertas cantidades de cacao y café, emprende algunas obras de infraestructura, no demasiado caras muy bien aprovechadas y siempre tremendamente útiles, como la emisora de radio de Bata o el edificio de Comunicaciones de Malabo. De paso, controlan las comunicaciones de Guinea, tanto en el interior del país como las dirigidas al exterior. Cuba, Corea del Norte y los países comunistas europeos, conceden becas para jóvenes guineanos, casi todos fang de la zona de Mongomo.
Nigeria, Gabón y Camerún, los vecinos de Guinea, han mostrado en numerosas ocasiones sus deseos anexionistas. Gabón consiguió un pedazo no demasiado grande, el territorio guineano no da para muchos recortes, pero si importante desde el punto de vista económico, al quedarse con los islotes de Mbañé y Cocoteros, ricos en petróleo. El gigante nigeriano siempre ha sido menos activo en Guinea, a pesar de los casi 50.000 braceros que llegaron a trabajar en las plantaciones de cacao de la isla y del escándalo que supuso su expulsión en 1976, quizá por no tener fronteras terrestres. Gabón y Camerún, posiblemente por sus largas fronteras con la Guinea continental, han demostrado tener más apetito sobre la antigua colonia española, además de contar con una numerosa población fang que se entiende con sus hermanas guineanos en su lengua materna.
Francia fue la única nación occidental que mantuvo a su embajador en Malabo hasta el final de la dictadura maciista. Esto le permitió estar perfectamente situada en el inicio del nuevo periodo. Francia sacó siempre provecho de Guinea, sin entregar demasiado. Además de la Compañía Forestal de Río Muni, que disponía de una explotación de 150.000 hectáreas, otras empresas galas realizaron obras o comerciaron en Guinea, obteniendo jugosos beneficios, siempre dentro del reducido nivel que permite el país y aquella situación de autarquía. Por ejemplo, la sociedad francesa «Dragages» levantó el Palacio de África, en Bata, con un presupuesto de tres mil millones de francos centroafricanos (casi 1.200 millones de pesetas). Francia, como por otra parte hacen casi todos los países, no concede ninguna ayuda sin contraprestaciones. Técnicos franceses construyeron el puerto de Bata, durante el periodo de Macías, gracias a un préstamo de siete mil millones de francos cfas (unos 2.700 millones de pesetas), rigurosamente devuelto. Era condición indispensable que fueran empresas francesas las que realizaran los trabajos.
Sin embargo, la revista Jeune Afrique decía en noviembre de 1974 que Macías no era. un socio fácil. En una ocasión rechazó un préstamo francés de 1.400 millones de francos cfas, porque le parecía excesivo el plazo de pago, establecido en 12 años con un interés del cinco por ciento. En aquel entonces había fracasado un intento galo de penetrar cultural mente en Guinea y la prestigiosa revista afirmaba que Malabo no parecía dispuesto a entrar en la órbita francesa. Claro que en el futuro cambiarían las cosas, debido sobre todo a la ineptitud de las autoridades españolas que pusieron a Guinea en bandeja ante París.
La experiencia continuada de Francia en Guinea, aunque las actividades no fueran demasiado importantes y desde luego se perdían en el complejo entramado de las relaciones francesas en África, permitió al Ministerio de la Cooperación galo editar un completísimo «dossier» de información económica, un texto reservado, menos de un año después del golpe que derrocó a Macías, en junio de 1980. Las autoridades españolas derrocharon medios para conseguir este documento, por su evidente utilidad. La elaboración de este informe demuestra que Guinea siempre ha interesado a Francia, aunque no tanto como para que les mereciera la pena disputar el protagonismo a España.
Al principio del mandato de Obiang los franceses sólo eran unos espectadores, pero que se encontraban siempre en primera fila, dispuestos a resaltar las dificultades y los problemas que aparecían y a sacar tajada de su experiencia mientras contemplaban como los españoles se estrellaban en Guinea una y otra vez. El embajador español, Graullera, disfrutaba cuando su colega francés, Corné, le pedía información o se quejaba de que lo dejaba al margen en cuestiones importantes. «Sigo las instrucciones que me da tu colega de Libreville», decía Graullera, dándole a entender que Francia permite poco juego a otros países en Gabón o en otras ex-colonias africanas.
Según el «dossier», desde el golpe de estado de agosto de 1979, «Guinea Ecuatorial ha intentado acercarse a los países occidentales para reconstruir el país y relanzar su economía, actualmente en la ruina». Destaca el acuerdo de cooperación técnica que habían firmado España y Guinea en diciembre de 1979 y la concesión de la ex-metrópoli de un total de 23 millones de dólares en créditos para diversos fines, entre los que resalta la organización de comunicaciones marítimas, la creación de una compañía de transporte aéreo y la adquisición de bienes de equipo, así como para mejorar la sanidad, educación, la pesca, para instalar unos frigoríficos y construir unos depósitos de carburantes. «Desde el inicio de 1980, España parece decidida a realizar un gran esfuerzo: es el Gabinete del jefe del Gobierno, y no el Ministerio de Asuntos Exteriores, el que se ocupa de los asuntos relacionados con Guinea Ecuatorial. Se estiman en 150 millones de dólares las próximas inversiones de España». En ese momento se ve que los franceses estaban preocupados por la actividad de España en Guinea, que seguían muy de cerca.
Francia envió un ministro a Malabo a principios de. octubre de 1979, en un momento en el que la prensa de Madrid ya hablaba de que «España y Francia compiten económicamente en Guinea» o que «Francia rivaliza con España en la ayuda a Guinea Ecuatorial». Los frutos de la visita oficial del ministro francés de la Cooperación, Robert Galley, se recogieron con la firma de un acuerdo de cooperación entre los dos países firmado el 28 de noviembre, antes del que rubricaran España y Guinea, por el que además París logró el permiso para realizar estudios geológicos con vistas a la investigación minera. Francia había dedicado un presupuesto de 650.000 francos (unos 12 millones de pesetas) para ayudas a Guinea durante 1979, pero tras el golpe de agosto se incrementó esa cantidad hasta 11 millones de francos (algo más de 200 millones de pesetas). La visita de Galley tuvo lugar dos días antes de que llegara a Malabo el primer ministro español que viajó a Guinea tras el golpe de agosto, José Luis Leal, responsable de Economía, quien encabezó la delegación oficial que participó en las celebraciones del 12 de octubre, aniversario de la independencia.
Aquel acuerdo mostraba «la voluntad común de los dos países de avanzar muy rápidamente hacia una cooperación sólida», dijo un funcionario del Ministerio de la Cooperación francesa, mientras el jefe de la delegación guineana se mostró convencido de que «el acuerdo firmado, y los que le seguirán en un futuro, serán beneficiosos para las dos partes pero en forma especial para Guinea Ecuatorial».
En el «dossier» francés se apunta que en 1979 el país estaba deshecho y su infraestructura económica y administrativa completamente destruida, pero se resalta la potencialidad de sus riquezas naturales y que apenas tenía el agobio de una deuda externa. También se apunta que la colonización española en África, a diferencia de la francesa o la británica, tenía como principios básicos criterios de orden moral, religioso e incluso de prestigio, antes que obtener una rentabilidad económica.
Los franceses precisan que Guinea no rompió relaciones con la URSS, ni con el resto de los países socialistas, aunque no renovó el acuerdo de pesca, que caducó en enero de 1980, fecha en la que zarparon del puerto de Luba (antigua San Carlos) los pesqueros soviéticos, con gran alegría de la población que se sentía molesta por la baja calidad del pescado que recibían de los soviéticos, 4.000 toneladas anuales, a quienes además acusaban de esquilmar la pesca. El tratado de asistencia militar firmado con la URSS en 1977 seguía vigente y, aunque se habían reducido el número de soviéticos, cubanos y coreanos, todavía quedaban dos a tres centenares. También se mantenían en Guinea varias docenas de chinos, si bien estos muy queridos por la población, aunque vivían aislados. «Parece que Guinea Ecuatorial se aleja cada vez más de la URSS, para acercarse a Francia y España, que rivalizan en influencia», decía el informe galo.
«París y Madrid se disputan Guinea Ecuatorial», titulaba el 11 de enero de 1980 un artículo publicado en el Journal de Geneve. Tras enumerar algunos hechos significativos de las relaciones de Guinea con España y Francia, desde agosto de 1979, el diario suizo afirmaba que las autoridades españolas, pese a no estar muy convencidas, podrían aceptar la petición de Obiang de hacerse cargo durante cinco años del presupuesto guineano, deficitario en mil millones de pesetas según aventuraban algunos expertos, «influidos por el interés demostrado por París». Según el diario esto era «fácilmente explicable, pues Guinea se encuentra en plena zona de influencia francesa en África occidental». Ernesto García Herrera, enviado especial del Journal a Guinea, aseguraba que en Malabo se hacían apuestas sobre quién visitaría antes el país africano, si Adolfo Suérez o Giscard d’Estaing, dada la rivalidad existente.
En el artículo del Journal de Geneve se apuntaba que España no tenía ninguna experiencia en misiones de cooperación en el Tercer Mundo, que su presencia en África era casi nula y anotaba que mientras el presupuesto anual de la política exterior francesa era de 84.000 millones de pesetas, el del Ministerio de Asuntos Exteriores español era de sólo 9.000 millones de pesetas. El diario suizo señalaba otra desventaja de España, pues antes de comenzar una gran operación de cooperación en Guinea era necesario plantear un debate parlamentario y lograr la solidaridad de las grandes fuerzas políticas con el Gobierno minoritario de Adolfo Suárez. Según el Journal de Geneve, la actitud de la izquierda española no hacía pensar que se pudiera acordar una política conjunta sobre este asunto, pues recordaba que numerosos portavoces habían expresada sus críticas ante posibles actitudes «neocolonialistas», cuando se supo que Obiang había pedido ayuda militar española para garantizar su seguridad personal. «Cuando las noches son despejadas en Malabo, desde las zonas más altas de la ciudad se ven a lo lejos unos puntos luminosos, son los pozos de petróleo de la costa nigeriana», finalizaba el análisis de García Herrera.
En el «dossier» del Ministerio francés de la Cooperación, muy documentado, se reconoce que antes de la independencia Guinea era. relativamente rica. Señala, por ejemplo, que era el país africano con mayor índice de exportaciones per capita, con 135 dólares por habitante, mientras que Gabón tenía un promedio de 105 dólares, Sudáfrica 84 y .Nigeria 12, aunque su economía estaba muy ligada a la de la metrópoli, pues el 97 %. por ciento de sus exportaciones iban a España, donde se adquiría el 62 % de las importaciones. En las décadas de los 50 y los 60 la balanza comercial de Guinea fue siempre excedentaria, debido a la gran importancia de las exportaciones sobre las importaciones, aunque, como en toda situación colonial, la riqueza estaba muy mal repartida. En 1978 Guinea exportaba solamente la quinta parte de las cantidades logradas al inicio de los años 70. En los primeros meses de 1980 las reservas en divisas de Guinea eran de unos 15 millones de dólares.
Los franceses lamentaban que «la política económica de Macías ha llevado al país a la ruina» y recordaban que la renta per capita en Guinea era. de 183 dólares en 1966, superior a la de países como Gabón, Camerún, Congo o Marruecas. En la isla de Fernando Poo la renta era superior a la de muchas provincias españolas. Señalaban que «Guinea Ecuatorial, rica en cacao, madera., café y con posibilidades y recursos turísticos, podría convertirse en uno de los países mas prósperos de África, con la condición de que su Gobierno sepa impulsar un desarrollo que le permita transformar las estructuras económicas actuales».
También se resalta que la agricultura estaba relativamente diversificada, pues además del cacao, café y madera se producía aceite de palma, bananas, etc, con una pesca incipiente y había cierta industria. La isla de Fernando Poo estaba «meticulosamente cultivada en la laderas inferiores de los volcanes», dice el informe, que señala que desde 1947 la selva había sido sustituida por cultivos. Esto es una exageración, pues, aunque es cierto que estaba cultivado el 97 % de la tierra apta para la agricultura, seguía siendo casi impenetrable todo el tercio sur de la isla, terreno muy abrupto, y las laderas medias del pico Santa Isabel.
Con respecto a la reservas forestales, el gran recurso de Río Muni a corto plazo, el informe indicaba que Guinea y Gabón tienen casi el monopolio exclusivo del okume, aunque se han identificado un total de 122 especies aprovechables, 36 de ellas muy frecuentes, 51 medio abundantes y 35 escasas. Afirmaba que las empresas que producían hasta 400.000 toneladas de madera antes de la independencia se fueron marchando y alguna que intentó establecerse luego tuvo que desmantelar sus instalaciones por los problemas para hacer funcionar la maquinaria, por la carencia de piezas de repuesto, la desorganización de los medios de transporte interiores y portuarios, y por la falta de cuadros y técnicos, conjunto de factores que hicieron que desaparecieran totalmente las exportaciones en 1978. «La potencialidad de Río Muni es muy grande todavía y la FAO ha valorado sus reservas forestales en 800.000 hectáreas, con unos 25 metros cúbicos de okume por hectárea, mientras que en Gabón sólo se encuentran 10 metros cúbicos por hectárea», decía el texto.
La pesca era otro de los recursos importantes de Guinea a principios de la década de los 80. Los guineanos eran grandes consumidores de pescado, muy por encima de la media africana, producto que además les podía reportar divisas por la concesión de licencias de pesca, así como por la venta de pescado seco, muy apreciado en África, o de harina de pescado si se establecía una fábrica.
A la salida de los barcos soviéticos, España pretendió utilizar las instalaciones de Luba, aunque lógicamente se habían llevado un gran dique flotante utilizado por los buques de la URSS (algunos aseguran que en la amplia bahía de la antigua San Carlos llegó a establecerse una base de submarinos). El asunto de la pesca fue un continuo despropósito, con envíos de barcos que nadie sabía manejar o inapropiados para aquellas aguas, ventas de buques con el asesoramiento del Gobierno español sólo válidos para el desguace, concesión de un crédito FAD para la creación de un frigorífico en Luba y unos depósitos de combustible que jamás se construyeron. Actualmente, el puerto de Luba es un cementerio de barcos españoles semihundidos, que impiden su utilización normal, y la segunda ciudad de la isla continua en un estado tan lamentable como durante el periodo de Macías. Las licencias de pesca concedidas por el Gobierno guineano, mediante un acuerdo con la CEE, están en poder de la empresa Pescanova.
Es muy interesante lo que señalaba el informe del Ministerio de la Cooperación francés sobre los recursos de hidrocarburos y mineros. Afirmaba que desde 1966 se realizaron prospecciones en Guinea, dado que sus vecinos -Gabón, Camerún y Nigeria- eran productores de crudo. «Se puede pensar que en un futuro más o menos lejano Guinea Ecuatorial podría entrar en el grupo de países productores de petróleo», decía el informe que, cuando se redactó, en el primer semestre de 1980, los precios internacionales del crudo seguían siendo muy elevados. Según el texto, «a la espera de la promulgación de una ley de petróleos, el Gobierno podría confiar la prospección a un grupo de empresas incluidas la francesa Elf Aquitanine, Petrogab (empresa mixta franco-gabonesa) y GEPSA (formada al 50 % por el Estado guineano e Hispanoil), pero los españoles, que desean vivamente obtener el monopolio, bloquean actualmente toda negociación». Por lo que parece, en aquellos momentos la influencia española era. mayor que la francesa. Durante el Gobierno de Macías la Elf Aquitanie y la Compañía Francesa de Petróleos (CFP) realizaron discretos «sondeos que habrían dado resultados positivos» en la costa de Río Muni.
París logró firmar un acuerdo, junto con el de cooperación, a finales de noviembre de 1979, para realizar prospecciones mineras en Río Muni. El informe aseguraba que se habían encontrado indicios de titanio, silicio, manganeso, oro y uranio en el subsuelo de Río Muni.
Los expertos franceses también reconocían que la red viaria guineana era, en 1960, una de las más completas y mejor mantenidas de África, con un kilómetro de carretera por cada 10 kilómetros cuadrados de territorio. «La buena red viaria que existía en el momento de acceso del país a la independencia se encuentra hoy en una situación precaria. y casi inutilizable», decía el texto, que señalaba que la única carretera construida durante los once años de la dictadura de Macías fue la que asfaltaron los chinos para acceder a Mongomo, un total de 130 ki1ómetros.
El puerto de Malabo era, para los franceses, símbolo de lo que fue Guinea Ecuatorial y de lo que podría volver a ser, por sus buenas condiciones naturales y su posición estratégica, en el camino entre los puertos nigerianos y los de Camerún o Gabón. El informe resaltaba las pésimas condiciones en que se encontraban los dos puertos principales de Guinea, el de Malabo y el de Bata. El resto de los puertos eran inutilizables.
En ese momento se valoraba como más fácil y más barato restablecer el tráfico de viajeros entre la isla y el continente por vía aérea. El informe francés señalaba que España se había comprometido a renovar la infraestructura de ayuda a la navegación aérea y mantenimiento de aeropuertos, así como la creación de una compañía aérea mixta, la llamada CETA. Se preveía la creación de una zona de comercio franco en el puerto y aeropuerto de Malabo, «ciudad que podría ocupar un lugar comercial estratégico de primer plano en el golfo de Biafra y convertirse su aeropuerto en el de mayor expansión en la zona».
En el informe se afirmaba que la elaboración del presupuesto de 1980 fue un paso adelante en la .normalización de la vida de Guinea Ecuatorial, pero señalaba también las graves obstáculos financieros que debía superar el país para relanzar su economía, «Consciente de este grave problema, el presidente Obiang ha pedido a España que subvencione durante cinco años el presupuesto básico de Guinea Ecuatorial. Hasta este momento (junio de 1980), la ayuda española no parece tomar este camino». Pese al optimismo oficial que se respiraba en Madrid, unos observadores privilegiados como eran los franceses no habían detectado ningún interés español por responsabilizarse de este capítulo fundamental del joven estada africano.
Francia reconocía también que la enseñanza primaria estaba muy extendida en Guinea durante la colonia, con un nivel de escolarización del 90,7 % en 1960, uno de los más elevados de África (en Camerún era el 64,5 % y en Nigeria el 34 %) aunque el número de guineanos con estudios superiores era. muy escaso. Sin embargo, la situación era catastrófica en 1979, al final de la dictadura, periodo durante el cual el informe señalaba que el centro cultural francés de Bata jamás cerró sus puertas, «aunque sufrió graves perturbaciones durante los dos últimos años del régimen de Macías Nguema». Además de organizar algunas actividades culturales, siempre se superó el centenar de alumnos que aprendían francés en cada curso. El capítulo destinado a la educación terminaba con el siguiente párrafo: «Las autoridades guineanas han manifestado su deseo de que se desarrolle la enseñanza del francés, motivado por la proximidad de países francófonos y por el regreso de refugiados cuyos hijos hablan correctamente francés. La cooperación llevará adelante un gran plan de reorganización de los estudios del idioma: enseñanza del francés en el centro cultural, y además en las escuelas de secundaria y formación del profesorado».
Las alabanzas a la acción de España durante la colonia se hacían particularmente explícitas en lo relativo a la sanidad. «La infraestructura sanitaria era una de las mejores de África». Según aquel «dossier», en 1980 se habían iniciado algunas campañas de vacunación contra diversas enfermedades para evitar graves epidemias y un programa alimentario de emergencia para combatir la malnutrición de la población.
Sin embargo, Francia no se había quedado con los brazos cruzados viendo cómo España fortalecía sus lazos con Guinea. En el primer acuerdo bilateral firmado en noviembre de 1979, París se comprometió a reparar el puerto de Malabo, realizar una campaña de prospección minera y la entrega de redes de pesca y motores fuera borda para piraguas. Pero en aquellas meses las funcionarios franceses estudiaban también realizar las obras de mejora de los aeropuertos de Malabo y Bata, el mantenimiento de las carreteras, el desarrollo del turismo, la construcción de una presa en el río Ilachi, en la isla de Bioco, asesoramiento para mejorar los cultivos y la construcción de una granja piloto.
Los guineanos habían pedido además a Francia una ayuda para reconstruir el hospital de Malabo y una serie de becas para que jóvenes estudiaran medicina, agronomía, ingeniería y filología francesa en universidades galas, decía el «dossier».
En este marco el presidente guineano viaja a Francia, en noviembre de 1980, acompañado por un séquito de medio centenar de personas. La prensa le recibe con mucha frialdad; según Le Monde, desde el Golpe del 3 de agosto de 1979, Obiang Nguema no había cesado de reforzar sus poderes. El diario recuerda que era presidente del Consejo Militar Supremo, jefe del Estado y del Gobierno, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, encargado del Ministerio de la Defensa y de la Secretaria de Estado de la Información y el Turismo. Recuerda que es sobrino de Macías y que desempeñó importantes cargos durante todo el mandato de su tío, aunque afirma que la prensa internacional califica a Obiang como «un militar progresista». Por último, Le Monde señala el 14 de noviembre que la oposición en el exilio, y cita especialmente a la ANDR, no ha logrado que las autoridades de Malabo hagan público un calendario para la celebración de elecciones legislativas.
Obiang fue recibido por el presidente de Francia, Valéry Giscard d’Estaing, durante la visita a París, seguida con muchísimo interés y cierto malestar por el Gobierno de Madrid. Causaron especial preocupación las palabras de Obiang al expresar que las relaciones entre Francia y Guinea «podían ser fructíferas en el sector petrolero». París había sabido de los resultados positivos de los primeros sondeos realizados por GEPSA en el territorio guineano y en sus aguas jurisdiccionales.
Albin Chalandón, director general de Elf Aquitaine, una de las dos grandes compañías francesas de petróleo, que estaba desesperada por encontrar un «hueco» e introducirse en Guinea como fuera, se entrevistó con Qbiang. El ministro de Exteriores, Jean Francois Poncet, señaló, con evidente pragmatismo, que el petróleo y las prospecciones mineras eran los sectores esenciales de la cooperación entre los dos países. «Fuentes diplomáticas solventes» dijeron a El País que París podría realizar «el eventual negocio petrolero con Guinea Ecuatorial, a través de un tercero, esto es, de Gabón, país perteneciente a la esfera de influencia francesa en África». Durante esta visita se supo que Francia había firmado en marzo anterior un protocolo de acuerdo provisional para la prospección petrolífera en aguas guineanas. Según la agencia EFE, Chalandón propuso a Obiang que su empresa formara parte de un ente tripartito con Hispanoil y el Estado guineano.
«Francia no sustituirá en absoluto a España en Guinea Ecuatorial», manifestó Obiang en París, desmintiendo lo que él definió como «rumores de la prensa». Según el militar, Guinea concedía «un trato preferencial a España, pero no impide que otros países puedan cooperar económicamente en esta parte de África que los españoles colonizaron». Sin embargo, tras tranquilizar al Gobierno español, recordó que «Francia fue uno de los países que más interés demostró cuando el nuevo régimen guineano hizo un llamamiento de ayuda y cooperación a todas las naciones». En relación con el asunto petrolero, Obiang afirmó que «hemos abierto nuestras puertas a propuestas de toda clase. Ya hay empresas españolas que cooperan, las francesas también lo hacen en cierta medida, y tenemos inclusa propuestas norteamericanas». Todavía se estaba a la espera de la promulgación de la ley que regulara estas actividades y los guineanos se dejaban querer por unos y otros. El mandatario guineano, según el diaria El País, estaba muy satisfecho con «las perspectivas de cooperación entre Francia y Guinea Ecuatorial».
El viaje terminó con un recorrido por algunas ciudades del sur de Francia. Obiang fue llevado a Orleans para que conociera la Oficina de Investigaciones Geológicas y Mineras y le mostraron una refinería de petróleo en Marsella, así como unas instalaciones receptoras y distribuidoras de gas natural. Un diario español informó de que Obiang obtuvo la promesa de las autoridades francesas de financiar y construir una presa hidroeléctrica en Bioco, con un presupuesto de cinco millones de dólares. El presidente guineano se desplazó también a Bonn, para entrevistarse con las autoridades alemanas, y a su regreso a Guinea hizo una escala en Rabat, donde anunció que se ampliarían las relaciones de cooperación entre Guinea y Marruecos. Los españoles habían pasado a ser, al menos momentáneamente, unos espectadores.
A la vista de estos hechos queda claro que Francia estaba tratando de replantear la situación y había decidido pasar al ataque. Comenzaba un durísimo pulso con España en cuyo resultado final no sólo influyeron cuestiones relacionadas directamente con Guinea, sino todo un conjunto de factores.
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