Cuando Guinea Ecuatorial alcanza su independencia en 1968, los niveles de alfabetización en el país son, más o menos, aceptables, gracias a la construcción de colegios de enseñanza primaria y escuelas rurales en todo el ámbito nacional. No hay, sin embargo, universidades, y el nivel secundario se limita a las ciudades de Santa Isabel, Bata y Ebibeyin, lo que impide el acceso de muchos jóvenes a la enseñanza secundaria, o media, como se la conocía entonces.
Tras los acontecimientos del 5 de marzo de 1969, se produce la retirada de los profesores españoles que impartían clases en los institutos de Malabo, Bata y Ebibeyin. La situación es caótica y el Gobierno se ve obligado a que recurrir a los propios estudiantes con Preu y Madurez para que se conviertan en profesores de sus propios compañeros. Se hacen profesores jóvenes como Alejandro Micha, Julián Bibang, Carmelo Osa Mokong o Francisco Pascual Obama Asué. En 1970, mediante un acuerdo de cooperación educativa con el Gobierno, la UNESCO envía a Guinea un contingente de docentes procedentes de países de América Latina, quienes impartirán las clases en los tres institutos de enseñanza media con que cuenta el país durante tres años. Nicolás Cardielo, un chileno que enseñaba Matemáticas en el instituto Carlos Lwanga de Bata, moriría de regreso a su país, víctima del régimen militar Augusto Pinochet, instalado en el poder en septiembre de 1973.
Ya en 1969, el Gobierno de Macías había decidido extender los centros de enseñanza media a otras zonas del país, para facilitar a muchos jóvenes el acceso a los institutos. Así, entre 1970 y 1971, se inicia la construcción de centros de enseñanza media en Niefang, Añisok, Mongomo, Mikomeseng, una ampliación del de Ebibeyin, así como el Politécnico Modesto Gené, el Padre Sialó y el África Piloto, estos tres últimos en Bata. En Malabo se construye otro centro de enseñanza media, que es el actual “Bioko-Norte”. Salvo Mongomo, Macías discriminó, en la ampliación de oportunidades de educación, a los distritos que no le habían votado en 1968, como Evinayong, Akurenam, Nsork, Mbini y Kogo.
¿Quiénes serían los profesores que se iban a ocupar de los institutos recién creados? Para dar respuesta a esta inquietud, el Gobierno de Macías creó en Bata, con la colaboración de la UNESCO, el Centro de Desarrollo Educativo (el famoso CDE). El CDE contaba con profesores latinoamericanos y, bajo la dirección del suizo Max Liniger-Goumaz (supuestamente implicado en los acontecimientos del 10 de junio de 1974, narrados en este número Especial de LA VEDRAD, bajo el epígrafe “El asalto a la cárcel de Bata” ), formó a los profesores que se ocuparían de impartir clases en los nuevos institutos. Se apuntaron estudiantes que habían hecho un buen Bachillerato, heredado de los españoles, y con la Prueba de Madurez superada. Es extensa la lista de excelentes docentes egresados del CDE: Pedro Ondo Nguema (alias Ondo Pierre), Jesús Engonga Ndong (Jesusín), Pedro Nve Bindang (Petit Pierre), Atanasio Ela Ntugu Nsá, Aniceto Alogo Angué, Ramón Micha Manga, Santos Angüe Bibang, Fabián Ngui Abeso, Cristóbal Mañana Ela y un largo y brillante etcétera.
A modo de paréntesis, decir que Engonga Ndong es el actual ministro de Educación, mientras que Cristóbal Mañana lo fue durante un tiempo relativamente corto; Ondo Nguema lo es de Obras Públicas, y Ela Ntugu, actual Senador, también fue ministro de Minas e Hidrocarburos. Sin embargo, poco han contribuido estos otrora buenos profesores a la Educación de su país, al ser miembros de un Gobierno y régimen en cuya agenda la Enseñanza importa un bledo.
Los nuevos institutos empezaron su andadura en el curso académico 1976/1977, en unos años duros de un régimen a la deriva. Por aquel entonces, se implantaron las asignaturas de Formación Política Revolucionaria y de Agricultura. Con la primera se pretendía inculcar el espíritu de la Revolución de Macías, mediante la enseñanza de consignas anticolonialistas, antineocolonialistas y antiimperialistas y a favor de la consolidación del régimen dictatorial. Con la asignatura de Agricultura (de la que, dicho sea de paso, aprendí la horticultura, una de mis aficiones), se involucró a todos los estudiantes en el Programa de Salvación de la Cosecha, que no consistía solo en el traslado masivo de mano de obra joven de Rio Muni a la isla de Macías Nguema Biyogo (la actual isla de Bioko), para tareas en fincas agrícolas, sino también en la obligación, para los estudiantes, de dedicar una jornada a la semana para trabajar, “voluntariamente”, en las fincas de café y cacao del país, convertidas en propiedades estatales. Conviene recordar las jornadas dedicadas a la llamada “gimnasia masiva”, con monitores norcoreanos y algunos militares guineanos formados en Corea del Norte, como “Mundo”, Ayomo Nseng y otros.
Además de la jornada dedicada a la Agricultura, había otra destinada al adoctrinamiento político: los prohombres del régimen y los llamados “Comisarios Políticos” de la Enseñanza, se reunían los sábados con los estudiantes para enseñarles las consignas revolucionarias de condena a España, de adoración al dictador y de exaltación del régimen, pidiendo a los chavales “ser vigilantes” y denunciar, a ser posible, hasta sus propios padres. Las sesiones, que en Malabo se celebraban en el Cine Marfil, y en Bata en el salón de actos del Politécnico Modesto Gené, además de en el resto del país, eran interminables y agobiantes.
Mientras tanto, y pese a las vicisitudes políticas y diplomáticas, la Universidad Complutense de Madrid, valedora del Bachillerato guineano, siguió enviando a sus catedráticos a Malabo y Bata para realizar las Pruebas de Grado (Reválidas, Elemental y Superior y Prueba de Madurez) a los estudiantes guineanos, cuya validez era reconocida en todos los países del mundo. Y pese a la dureza del momento, los profesores guineanos se emplearon a fondo para mantener una cierta calidad de enseñanza en Guinea Ecuatorial, tanto que los estudiantes seguían superando satisfactoriamente dichas pruebas.
Cuando llegan los cooperantes españoles de la enseñanza en 1980 a raíz del Acuerdo Marco de Cooperación entre España y Guinea Ecuatorial, aquellos se sorprenden del nivel medio de los estudiantes guineanos, relativamente aceptable.
Como hecho anecdótico, se comentó que varios estudiantes se habían ido a la URSS o a Alemania oriental (no recuerdo muy bien), algunos de ellos para estudiar Medicina. Resultó que habían hecho el Bachillerato en Letras, lo que les impedía a estudiar esa carrera, teniendo que optar por otros estudios. Enfadado por el hecho, Macías ordenó al Ministerio de Educación tomar todas las disposiciones necesarias para eliminar el Bachillerato por ramas. Así, todos los estudiantes del 5º, 6º y Preu, pasaban a estudiar, de forma obligatoria, Matemáticas, Física, Química, Latín y Griego, sin distinción de ramas. Eran los estudiantes “todoterreno”. En el curso académico 1977/1978, se eliminó del currículo la enseñanza de las lenguas clásicas. El estudio del latín y del griego se retomaría en el curso 1979/1980, el primero de la era Obiang.
Seguro escolar. En la época de Macías, todos los estudiantes tenían un seguro escolar, que les proporcionaba asistencia médica, farmacéutica y hospitalaria gratuitas. A un estudiante enfermo, para beneficiarse del seguro, le bastaba con llegar a la Dirección de su centro y coger la “baja”, un sencillo documento que le permitía ser atendido en el hospital más cercano: el médico le hacía la consulta y le recetaba los medicamentos que necesitaba. A continuación, el alumno se dirigía a la farmacia del hospital, donde le atendían. Si precisaba ser hospitalizado, todos los gastos corrían por cuenta del Estado. Sin embargo, con el paso del tiempo y el declive del régimen, los medicamentos fueron escaseando cada vez más, y, pese a que los médicos seguían viendo a alumnos enfermos y haciéndoles recetas, era cada vez más difícil atenderlas.
Hoy en día, decimos que en el régimen de Obiang los docentes no enseñan bien a sus alumnos porque cobran una miseria y no se valora bien su trabajo. Si es así, ¿por qué, a pesar de las condiciones más adversas de la época de Macías, los profesores sí enseñaban con más pasión y entusiasmo a sus alumnos?
A mi juicio, por muchas razones. Se me ocurren dos fundamentales. En primer lugar, todavía existían algunos dignos maestros de la “Vieja Escuela”, aquellos que ponían por delante su profesión, su vocación de servicio a su país por encima de todo; eran los “maestros de los maestros”; de estos quedan pocos. En segundo lugar, porque, al ser la Guinea de entonces un país de ciudadanos iguales en la pobreza, los maestros y profesores no se sentían discriminados ni menospreciados, porque todos los funcionarios, bajos y altos, andaban en la escasez. Hoy en día, ocurre, sin embargo, que en el régimen actual, caracterizado por la corrupción, los maestros se sienten discriminados y humillados al verse ellos en la pobreza, mientras otros funcionarios nadan en la opulencia gracias a la corrupción. Dicho de otra manera: si, para obtener altos cargos que te permitan enriquecerte de forma ilícita y rápida basta con ser pariente de tal o hacerse militante del partido en poder, ¿por qué voy a ser yo quien, hambriento y sin poder mantener adecuadamente a mis hijos, me mate en una tarea tan “ingrata” como es la enseñanza? En este sentido, el actual gobierno de Guinea Ecuatorial tiene un problema, y es que carece de la suficiente fuerza moral y legitimidad para exigir sacrificios solo a los docentes, mientras los jerarcas del PDGE, ministros y funcionarios de otros sectores, se enriquecen escandalosamente con los recursos que nos pertenecen a todos. No se puede predicar sin el ejemplo.
Quiero concluir señalando, desde mi humilde punto de vista, que Macías tiene, en su haber, la formación de un envidiable cuadro de profesores de secundaria, la construcción de 9 centros de Enseñanza Media, un centro Politécnico y medio centenar de escuelas rurales, todo esto en los primeros cinco años de su régimen, y sin explotar el petróleo. También mantuvo los vínculos con España en materia de educación, en concreto, el respaldo de la Universidad Complutense de Madrid al Bachillerato guineano. En su contra, el haber discriminado, a la hora de construir centros de secundaria, a una parte del territorio nacional por el mero hecho de no haberle votado, y permitir la persecución y muerte de decenas de maestros en las cárceles del país.
La labor de los maestros y profesores de la época. Aunque no había masificación en las aulas, como ocurre ahora, las otras condiciones en que trabajaban los docentes eran muy duras: escasez de material didáctico, salarios bajos y pagados con mucho retraso, y persecución política. Recuerdo un día en que el Delegado gubernativo de Añisok, Nsue Alogo Nchama, alias Anton King, convocó a todos los maestros y profesores de la ciudad, acompañados de sus alumnos. La reunión se celebró en la sala del Tribunal Tradicional. Motivo: un informante suyo le había contado que los profesores del instituto, reunidos en la sala de profes durante el recreo, habían hablado de una noticia difundida por la emisora BBC de Londres sobre un golpe de estado en Ghana o Uganda (no recuerdo exactamente el país). Anton King les pidió explicaciones, y, puesto que nadie se aclaraba, ordenó a un miliciano propinar a cada uno de ellos 25 gomazos en el trasero para escarmentarles. Entre los profesores estaba el padre Edmundo Tale Ehopí, también apaleado. Fue la primera vez que presencié la humillación y el maltrato a un cura. Sin embargo, ignoraba que, 14 años más tarde, el 17 de diciembre de 1992, mis ojos contemplarían una escena similar, quizás más espantosa aún: el brutal apaleamiento a unas 87 personas en la Comisaría central de Malabo, entre profesores, opositores, estudiantes y… dos curas: Pedro Nokogo Eyi y Luis María Ondo Mayé, brutalmente golpeados en los genitales.
Hoy en día, decimos que en el régimen de Obiang los docentes no enseñan bien a sus alumnos porque cobran una miseria y no se valora bien su trabajo. Si es así, ¿por qué, a pesar de las condiciones más adversas de la época de Macías, los profesores sí enseñaban con más pasión y entusiasmo a sus alumnos?
A mi juicio, por muchas razones. Se me ocurren dos fundamentales. En primer lugar, todavía existían algunos dignos maestros de la “Vieja Escuela”, aquellos que ponían por delante su profesión, su vocación de servicio a su país por encima de todo; eran los “maestros de los maestros”; de estos quedan pocos. En segundo lugar, porque, al ser la Guinea de entonces un país de ciudadanos iguales en la pobreza, los maestros y profesores no se sentían discriminados ni menospreciados, porque todos los funcionarios, bajos y altos, andaban en la escasez. Hoy en día, ocurre, sin embargo, que en el régimen actual, caracterizado por la corrupción, los maestros se sienten discriminados y humillados al verse ellos en la pobreza, mientras otros funcionarios nadan en la opulencia gracias a la corrupción. Dicho de otra manera: si, para obtener altos cargos que te permitan enriquecerte de forma ilícita y rápida basta con ser pariente de tal o hacerse militante del partido en poder, ¿por qué voy a ser yo quien, hambriento y sin poder mantener adecuadamente a mis hijos, me mate en una tarea tan “ingrata” como es la enseñanza? En este sentido, el actual gobierno de Guinea Ecuatorial tiene un problema, y es que carece de la suficiente fuerza moral y legitimidad para exigir sacrificios solo a los docentes, mientras los jerarcas del PDGE, ministros y funcionarios de otros sectores, se enriquecen escandalosamente con los recursos que nos pertenecen a todos. No se puede predicar sin el ejemplo.
Quiero concluir señalando, desde mi humilde punto de vista, que Macías tiene, en su haber, la formación de un envidiable cuadro de profesores de secundaria, la construcción de 9 centros de Enseñanza Media, un centro Politécnico y medio centenar de escuelas rurales, todo esto en los primeros cinco años de su régimen, y sin explotar el petróleo. También mantuvo los vínculos con España en materia de educación, en concreto, el respaldo de la Universidad Complutense de Madrid al Bachillerato guineano. En su contra, el haber discriminado, a la hora de construir centros de secundaria, a una parte del territorio nacional por el mero hecho de no haberle votado, y permitir la persecución y muerte de decenas de maestros en las cárceles del país.