África, la guerra de Ucrania y la diplomacia europea del gas

La Unión Europea lleva años intentando diversificar sus proveedores de gas y petróleo para reducir su dependencia de Rusia en este ámbito. De hecho, hasta ahora la UE importaba el 40% de su gas de Rusia. La guerra de Ucrania ha puesto de relieve esta situación y en particular, desde el punto de vista de las potencias europeas, la necesidad de acelerar la búsqueda de nuevas fuentes de suministro de gas y petróleo. Para los líderes europeos, esta no es simplemente una forma de evitar financiar la guerra de Putin, sino también de quitarle un activo geopolítico que el Kremlin sabe muy bien cómo usar contra la UE. En este contexto, el continente africano está atrayendo la codicia de varios países y empresas europeas, en particular por su gas. En efecto, África dispone de unos recursos gasíferos muy importantes que sitúan al continente en el punto de mira de lo que podría denominarse una verdadera “diplomacia gasística” europea. Sin embargo, esto no se hace sin crear y/o acentuar las tensiones regionales y con el riesgo de agravar la crisis climática que ya afecta fuertemente a África.

Así, desde los primeros días de la invasión rusa de Ucrania, se activó la diplomacia italiana. De hecho, el país importa el 45% de su gas de Rusia. Por ello, los mandatarios italianos se reunieron en marzo con los de Argelia para aumentar la producción y las exportaciones al país europeo desde Argelia. También se reunieron con funcionarios angoleños y congoleños con los mismos objetivos. Por su parte, Alemania ya ha cerrado acuerdos con Senegal y Mauritania que comparten yacimientos de gas en sus costas. También podemos mencionar el acuerdo que la UE realizó recientemente con la dictadura egipcia del mariscal al-Sissi y el estado colonial de Israel para que estos dos países exporten gas a la UE.

Pero los actores estatales no son los únicos en este tema. Como escribe Julia Simon de Georgia Public Broadcasting en un artículo reciente, “ejecutivos energéticos estadounidenses y europeos han aterrizado en aviones privados por toda África para persuadir a los gobiernos de que aceleren proyectos que, según ellos, satisfarían la desesperada demanda de gas de Europa. Una de estas empresas energéticas es la italiana ENI, que está acelerando sus proyectos de GNL en Congo y ha firmado nuevos contratos de gas en este país y en Angola desde la invasión de Ucrania por Rusia”.

Sin embargo, las cosas no parecen tan sencillas. De hecho, los líderes europeos sobre el terreno se enfrentan a la competencia de los países asiáticos que han tenido acuerdos a largo plazo con productores africanos durante mucho tiempo. En este sentido, Le Monde recoge las palabras de Mamadou Fall Kane, asesor energético del Jefe de Estado senegalés, a propósito de las negociaciones con Alemania sobre nuevos envíos a la UE: «los primeros envíos están reservados para el mercado asiático, pero nada impide renegociar los destinos con el operador debido al cambio en la geopolítica de la energía». El mismo artículo cita a Thierry Bros, profesor de Sciences Po Paris, quien señala otro aspecto de la cuestión: «Europa tiene mucha suerte, porque redirige hacia ella gas procedente de proyectos construidos en particular por China. El 40% adicional de GNL respecto a 2021 que llegó en mayo se compró a China, India, etc. Nos beneficiamos de las inversiones de otros, pero los países productores y los “majors” del petróleo y el gas necesitan contratos a largo plazo».

En otras palabras, este cambio en la diplomacia europea del gas está empezando a tener repercusiones para los gobiernos africanos y sus asociaciones con China, otros países asiáticos o incluso Rusia. Y si en el caso de Senegal el gobierno parece dispuesto a redirigir su producción a Europa, no es tan sencillo para todos. Algunos gobiernos prefieren mantener una posición “neutral” en estas fricciones que cada vez más oponen dos bloques a nivel internacional.

Los gobiernos africanos en una posición incómoda

En los últimos años, varios estados africanos han desarrollado relaciones a veces cercanas con China y Rusia. Y esto ya sea en el campo del comercio, la inversión, pero también en el armamento y la cooperación militar. De hecho, a diferencia de los países imperialistas occidentales, donde el peso de la opinión pública obliga a los líderes a establecer algunas condiciones (a menudo mínimas) en términos de respeto de ciertos derechos y libertades civiles, China y Rusia no exigen que estos planes sean una condición para celebrar acuerdos.

Así, Nigeria, el mayor productor de petróleo y gas de África, si bien mantiene muy buenas relaciones con las potencias occidentales, tiene relaciones comerciales bastante fluidas con Rusia y ha firmado recientemente acuerdos militares con Moscú (venta de equipos, entrenamiento, etc.). Esto hace que sea muy difícil para el gobierno de Nigeria tomar una posición clara al condenar a Rusia por su invasión de Ucrania. Pero la complejidad de la situación quedó expresada en las palabras del presidente nigeriano que declaró la semana pasada que estaba dispuesto a compensar la posible falta de suministro de gas ruso a la UE.

Uno de los casos más paradigmáticos en este sentido es sin duda el de Mozambique. El país mantiene buenas relaciones con las potencias occidentales, con la propia Ucrania pero también con Rusia (y China). Por lo tanto, la economía mozambiqueña se ve afectada por la guerra. Por ejemplo, según cifras del diario mozambiqueño O Pais, de los $521,3 millones de importaciones de cereales en 2020, $76 millones correspondieron a importaciones de cereales rusos (a los que hay que sumar $9 millones de importaciones de fertilizantes) y 21,7 millones a importaciones de Ucrania. Un total del 19% de las importaciones de trigo del país procedían de Rusia y Ucrania.

Mozambique también mantiene relaciones con Rusia y las potencias imperialistas occidentales en el campo militar. Esto es especialmente importante para el país dada la continuidad del conflicto en Cabo Delgado, una región del norte del país muy pobre pero donde se han descubierto yacimientos de gas codiciados por grandes multinacionales como TotalEnergies.

En este sentido, el analista mozambiqueño, Calton Cadeado, expresó a su manera la posición del Gobierno en una entrevista con la prensa alemana: «Los socios occidentales están presionando a Mozambique para que se posicione a favor de la causa ucraniana, que es apoyada por ellos, (…) Ahora, Rusia no puede obligarnos a no vender nuestro gas a la Unión Europea o a ciertos países europeos que lo necesiten, sin darnos garantías de que esto no perjudicará nuestro interés nacional. El interés nacional de Mozambique, como país, es hacerse amigo de todos y desarrollar proyectos para Mozambique».

Proyectos faraónicos y cambio climático

Pero si algunos líderes africanos quieren mantener sus buenas relaciones con Rusia, eso no significa que dejen de intentar sacar el máximo partido a la nueva situación del mercado de hidrocarburos. Ya hemos mencionado el caso de Nigeria y su doble juego, este país, el más poblado de África y con las mayores reservas de gas del continente, está precisamente en el centro de dos megaproyectos faraónicos de exportación de gas a Europa.

El primero es el Gasoducto Transahariano. Se trata de un proyecto de gasoducto de 4.128 km desde Warri en Nigeria hasta Hassi R’Mel en Argelia vía Níger. Desde Argelia, el gas nigeriano podría abastecer a Europa a través de España o Italia hasta Alemania y otros países europeos que actualmente dependen mucho del gas ruso. La idea de este proyecto nació en los años 80 pero recién en 2009 se firmó un primer acuerdo. Sin embargo, la guerra en Ucrania y las necesidades de gas de la UE empujaron a los representantes de Argelia, Níger y Nigeria a firmar un acuerdo en junio para poner en marcha el trabajo necesario. Sin embargo, aún quedan muchas dudas sobre la viabilidad concreta de este proyecto, que debería atravesar zonas dominadas por grandes conflictos armados, desde el delta del Níger hasta el Sahel.

El otro gran proyecto faraónico es el de la construcción de un gasoducto submarino a lo largo de la costa atlántica de más de una docena de países africanos hasta Marruecos y luego España. Tal proyecto presenta las mismas preguntas sobre la seguridad de las áreas que atravesaría el gasoducto. Pero la ruta del gasoducto también afecta a varios países sujetos a importantes formas de inestabilidad política. El caso más emblemático es sin duda la crisis del Sáhara Occidental que no sólo no se resuelve sino que las tensiones entre Marruecos y Argelia (apoyo histórico de los saharauis ante las reivindicaciones marroquíes) se agudizan.

Precisamente, la reactivación de conflictos regionales congelados o el surgimiento de nuevos conflictos es consecuencia de esta aceleración de la política de la UE de búsqueda de nuevos proveedores de gas y petróleo. Otra probable consecuencia será una política más agresiva de las potencias imperialistas europeas en África, donde querrán más que nunca instalar gobiernos a su merced y totalmente dóciles. El papel de las antiguas potencias coloniales, incluida Francia, será decisiva en este sentido.

Sin embargo, otro efecto de este punto de inflexión se refiere a un tema muy delicado para el continente africano: el cambio climático y los desastres ecológicos cada vez más frecuentes. En efecto, la geopolítica se impuso a las tímidas medidas a las que se habían comprometido las principales potencias mundiales durante las últimas COP. Ahora las potencias imperialistas están presionando a todos los países que puedan ayudarlos a reducir su dependencia de Rusia para desarrollar proyectos de gas.

África está particularmente preocupada. Es uno de los continentes más directamente afectados por el calentamiento global y al mismo tiempo el que menos gases de efecto invernadero emite. La creciente explotación del gas africano podría tener un efecto contrario a los intereses de los pueblos del continente: beneficiar a regímenes políticos represivos y corruptos, capas privilegiadas de las clases dominantes africanas y producir aún más desastres naturales en el continente.

Al mismo tiempo, los analistas creen que esta «fiebre del gas» también podría convertirse en un espejismo para los estados africanos. Como se señaló en el artículo de Julia Simon citado anteriormente, «’Si los precios del gas natural son altos hoy, eso podría cambiar a medida que estos proyectos maduren’, dice Laura Page, analista principal de LNG en Kpler, una empresa de análisis de datos. Según ella, las energías renovables son cada vez más baratas y fiables. Además, los países están considerando el hidrógeno y reconsiderando la nuclear. ’La trayectoria de la demanda de gas en los próximos 20 a 30 años no está muy clara’, dice la Sra. Page». En otras palabras, desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera y las clases populares africanas, este tan cacareado auge del gas no promete nada bueno para ellas, ya sea desde el punto de vista social, económico o ecológico.

Acentuación de las rivalidades entre potencias y la lucha antiimperialista

La guerra en Ucrania marca un punto de inflexión en la política internacional: cada vez más dos bloques parecen estar formándose y la rivalidad entre ellos ya está marcando nuevos realineamientos internacionales. Por un lado tenemos a las principales potencias imperialistas occidentales; por otro, un tándem cada vez más político y económico (aunque esté marcado por contradicciones) entre China y Rusia, que pretenden reactivar el bloque BRICS para influir en los países del llamado “Sur Global”.

En este sentido, Antonia Colibasanu de Geopolitical Futures escribe: «el G7, y más en general lo que se llama Occidente, necesita aliados que lo ayuden a defender las reglas y normas internacionales existentes y que lo ayuden a reducir su dependencia de la energía rusa. También necesita aliados para hacer frente a la posible crisis alimentaria, orquestada por Rusia, un gran productor de alimentos, a través de la destrucción de las instalaciones de almacenamiento de granos de Ucrania y el bloqueo del Mar Negro. Para ello, los anfitriones alemanes de la cumbre del G-7 han invitado a unirse a ellos a Argentina, India, Indonesia, Senegal y Sudáfrica».

En otras palabras, cada nuevo aliado es fundamental para el imperialismo occidental. Pero esta búsqueda de aliados no se hará simplemente a través de negociaciones diplomáticas. Si la situación se deteriora lo suficiente, no se puede descartar que políticas de injerencia más abiertamente agresivas regresen con fuerza en el continente africano y en otros lugares. Por supuesto, no podemos excluir lo mismo del lado de China o Rusia. Si a nivel internacional vamos hacia un mundo con más fricciones entre potencias, a nivel de cada país podríamos ver cada vez más luchas entre fracciones de las clases dominantes respondiendo más a un bloque que a otro. El acto de equilibrio de varios gobiernos africanos será difícil de sostener a largo plazo.

La pregunta que surge desde el punto de vista de los intereses de las clases trabajadoras y de los sectores populares del continente africano es si una mayor agresividad e injerencia por parte de las potencias imperialistas u otras potencias mundiales no podría generar una forma de sentimiento nacional progresivo que podría evolucionar hacia formas revolucionarias de antiimperialismo, siguiendo una línea de independencia de clase frente a los diversos bloques capitalistas. En este contexto, cualquier lucha del movimiento obrero en los países centrales que vaya en la dirección de contrarrestar los planes reaccionarios de las burguesías imperialistas a nivel nacional o internacional, sólo puede ser un estímulo para la clase obrera de los diversos países africanos. Lo opuesto también es cierto: la lucha de los trabajadores, la juventud y las clases populares en África puede ser un poderoso estímulo para las luchas de los trabajadores en los estados imperialistas. Esta unidad de clase será finalmente decisiva para evitar más sufrimientos a los pueblos de África, pero también para ir más allá de las luchas y revueltas defensivas y poner a la ofensiva a las clases subalternas.

Análisis. África, la guerra de Ucrania y la diplomacia europea del gas (laizquierdadiario.com)