«Un golpe que huele a petróleo». Capítulo 25 de La ocasión perdida

Capítulo 25. UN GOLPE QUE HUELE A PETRÓLEO

El 22 de abril de 1981 el presidente Obiang convoca a «la prensa nacional e internacional». En tono solemne inicia sus palabras «para informar al pueblo de Guinea» -al decir esto mira a los representantes del periódico Ébano, de Radio Malabo y de la televisión guineana— «y al mundo internacional» —y en ese momento sus ojos se dirigen a Jesús Fonseca, delegado de la Agencia EFE en Guinea, único medio que tenía acreditado un corresponsal en el país africano-.

«Guinea Ecuatorial vive estos días un ambiente turbio de inquietud y de intranquilidad por parte de la población, causa de los problemas políticos que estamos viviendo en una difícil situación económica», dice Obiang en mal castellano pero sin abandonar un cierto tono de solemnidad y dramatismo. El militar se refería al intento de golpe encabezado por Andrés Moisés Mba, el político que colaboró estrechamente con Macías durante los últimos años de la colonia y primeros de su Gobierno, muy amigo de García-Trevijano.

Desde finales del mes de marzo corrían rumores de numerosas detenciones e intentos gubernamentales por desarticular una supuesta conspiración. Las principales sospechas recayeron sobre Andrés Moisés Mbá, nacido en 1927, que había escapado de Malabo el 25 de marzo. El acaudalado hombre de negocios había regresado a Guinea tras el «golpe de libertad» para crear la empresa EXIGENSA, de importación y exportación. Le acusaban de haber intentado sobornar a algunos militares para que se rebelaran. La policía pudo detener a Ángel Masié, ex ministro del Interior, y a Pedro Ekong, ex ministro de Sanidad, ambos también muy relacionados con el notario madrileño amigo y asesor de Macías. Además, fueron encarceladas varias docenas de personas, incluido Gabriel Andombe, director del Banco de Crédito y Desarrollo. Se había iniciado un proceso de caza de brujas y nadie se encontraba seguro. Se comentaba que la policía empleaba métodos expeditivos para hacer declarar a los sospechosos su participación en la conspiración. Muchos guineanos recordaban momentos de terror parecidos, vividos durante la etapa anterior, sin saber si realmente había existido un intento de golpe o era una invención de las autoridades para eliminar opositores.

Parecía que había llegado también el momento de la caída de Florencio Mayé, el ministro de Asuntos Exteriores y vicepresidente del Gobierno, a quien se relacionaba con Andrés Moisés Mbá. Mayé había dejado de ser el número dos en febrero de ese año, al encargar Obiang a Fructuoso Mbá Oñana, militar formado en Corea del Norte, la responsabilidad de la Defensa Nacional.

«Nadie podrá apartar a los militares de la sagrada misión que se han propuesto para sacar al pueblo de Guinea Ecuatorial de la tiranía en que los sumergió el régimen pasado», seguía diciendo el presidente Obiang a los periodistas. En aquel acto, el teniente coronel,  según informaba un texto de EFE, afirmó que los responsables de la supuesta conspiración eran «políticos que, no habiendo podido hacer nada en el pasado, pretenden ahora sobornar con dinero a algunos para que se vendan o permitan realizar sus turbias acciones. Pero nosotros los desenmascararemos y juzgaremos públicamente».

Obiang quiso, con aquella comparecencia ante los medios de comunicación «nacionales e internacionales», demostrar que controlaba la situación y que los sucesos no eran tan graves como se había rumoreado. El diario británico The Times había informado de la muerte de 17 personas durante un supuesto intento de golpe, incluidos dos marroquíes de la guardia presidencial, en disputas entre leales y rebeldes, que fuentes relacionadas con exiliados guineanos aseguraban habían tenida lugar el  10 de abril. El diario francés Le Monde, también según informaciones facilitadas por fuentes de la oposición guineana en Madrid, aseguraba que habían sido encarceladas unas 180 personas. Le Monde explicaba que «ciertos sectores militares guineanos parecen estar descontentos ante el papel creciente que juega un contingente de 400 soldados marroquíes, que actúan como guardia pretoriana del jefe del Estado», y añadía que «la represión tenía una componente étnicas la casi totalidad de los detenidos son originarios de dos distritos, Ebebiyín y Micomeseng», ambos en Río Muni.

Informaciones facilitadas por opositores guineanos en Camerún y viajeros que procedían de Río Muni aseguraban que los detenidos eran unos 150. Observadores situados en Yaundé, capital camerunesa, afirmaban que «los dirigentes de Malabo libran una lucha sorda por el poder», en buena medida debido a la pugna entre diversos sectores sobre la política de cooperación que debía seguir Guinea Ecuatorial, unos partidarios de abrirse a los países occidentales y otros más favorables a restablecer lazos con la URSS y los países socialistas, estos últimos con gran implantación entre los esangui de Mongomo, cuyos jóvenes se habían formado casi todos en Moscú o en otras capitales de países comunistas.

También había cierto malestar entre los secretarios técnicos de los ministerios, verdaderos motores de la destartalada Administración guineana, que apenas conseguía ponerse en marcha pese a la ayuda española, pues veían que su trabajo quedaba bloqueado por la ineptitud de los comisarios militares, casi únicamente motivados por su beneficio personal.

Andrés Moisés Mbá, que se había refugiado en Madrid, negaba las acusaciones que le hacían en Guinea, recordaba que seguía estando prohibida la actividad política en su país y aseguraba que varios miembros del Consejo Militar Supremo deseaban que prosiguiera la situación de dictadura anterior al golpe de agosto del 79.

Por otra parte, en aquellos meses estaba a punto de promulgarse la ley de hidrocarburos y tanto España como Francia trataban de obtener los mejores resultados. El embajador Graullera se empleaba a fondo, en sus últimos meses en el cargo, para lograr la concesión de las mejores cuadrículas para la explotación petrolera en beneficio de GEPSA y las zonas mineras más prometedoras para GEMSA. No hay que olvidar que uno de los primeros acuerdos firmados entre Guinea y España fue el Protocolo de Cooperación en Materia de Hidrocarburos,  en octubre de  1979,que sirvió para formalizar la actividad de Hispanoil en Guinea, antes de que se pensase en crear una empresa mixta en este sector. Según aquel protocolo, en octubre de 1980 tenía que haberse presentado la Ley de Hidrocarburos de Guinea Ecuatorial, una vez finalizados los estudios sísmicos y evaluado el potencial petrolero del país.

Como es costumbre en Guinea, rápidamente se juzgó a los presuntos implicados en el intento de golpe. El 13 de junio, un Consejo de Guerra presidido por el capitán Eulogio Oyó, como en el proceso de Macías, condenó al soldado Damián Owono Mituy, de 32 años, a la pena capital por atentar contra la seguridad del Estado. No parece que aquellos sucesos hubieran sido tan graves, si un simple soldado era el máximo responsable, o quizá resultó que estaban implicadas altas personalidades que no convenía descubrir. Damián Owono admitió en el juicio que Andrés Moisés Mbá le había entregado 50.000 bikueles (25.000 pesetas) «para distribuir entre mis compañeros y amigos, a fin de ganar adeptos para derrocar al Gobierno de Guinea Ecuatorial», según informó Jesús Fonseca desde Malabo. El soldado fue ajusticiado pocas horas después de ser condenado, aunque tras el consejo de guerra reivindicó su inocencia «me torturaron más de la cuenta, cinco horas atado de pies y manos, a lo etíope, y me maltrataran despiadadamente, viéndome obligado a aceptar todo lo que me decían para librarme de las torturas».

En aquel juicio, que duró cuatro días, otros 14 soldados y dos civiles (un hombre y una mujer) fueron condenado a 30 años de reclusión y cuatro tenientes y dos civiles, a seis meses, acusados de haber cometido el mismo delito, atentar contra la seguridad del Estado, en un grado menor. El tribunal condenó a Andrés Moisés, en rebeldía, a 20 años de cárcel por estafa al Estado e intentos de desestabilización.

Mayé supo eludir el peligro y salir de nuevo a flote. En aquellos momentos lo que le salvó fue el inicio de un largo viaje de más de un mes a siete países Iberoamericanos, organizado desde mucho tiempo antes y sufragado por España, para buscar apoyos entre la comunidad de habla hispana.

Por aquellas días, Graullera terminaba su misión. Sus relaciones con Obiang se habían resentido, pues el militar no quería que se marchara de Malabo. Desde la dimisión del presidente Suárez, el embajador no se encontraba cómodo en Guinea y había pedido el relevo en reiteradas ocasiones. Las secuelas del golpe de Estado del teniente coronel Tejero, la iniciación del mandato de Calvo Sotelo y los problemas relacionados con el terrorismo, la OTAN y la CEE absorbían la atención del Gobierno, que apenas tenía tiempo para solucionar las cuestiones de Guinea.

Graullera  se  encontraba muy  cansado  – muchos  cooperantes decía  que  estaba  «quemado»- pero antes  de  abandonar  Malabo, quería  obtener  las  concesiones petrolífera,  y  mineras,  para cumplir la promesa que había hecho de que Guinea podía dar algo a España a cambio de la ayuda.  Sin embargo,  los sucesos de  abril habían perjudicado los planes del embajador. El presidente Obiang pedía a Graullera que España entregara a Andrés Moisés Mbá, quien seguía  haciendo  declaraciones  en Madrid.  Según  Justino  Mbá, cuñado del ex-ministro de Macías y copropietario de Exportaciones e  Importaciones  Guineanas S.A.  (EXIGENSA),  el  golpe  fue  un montaje del Gobierno guineano para quitarles la empresa y adueñarse de una de las entidades más rentables del país. Andrés Moisés Mbá dijo a El País, el 30 de abril, que el teniente coronel Fructuoso Mba Oñana «había orquestado un golpe fantasma» para fortalecer el poder de la etnia esangui», de Mongomo.

Según Diario-16, Obiang permitió la constitución de EXIGENSA, en febrero de 1980, a cambio de cantar con un 20 % de las acciones de la sociedad creada con un capital de un millón de bikuele (entonces a la par que la peseta). Al enterarse de la buena marcha de los negocios, Obiang presionó para quedarse con el 50 % de las acciones, que puso a nombre de su hijo Teodoro y su mujer Constancia. Justino Mba y Andrés Moisés aseguraban que en abril de 1981 los beneficios de la empresa superaban los 250 millones de pesetas.

A principios de abril se anunció que el Gobierno de Guinea había decidido otorgar a GEPSA cuatro cuadrículas, que comprendían un área de 1.973 kilómetros cuadrados al noroeste de la isla de Bioco, según todos los indicios la parte más rica en petróleo, junto con las controvertidas zonas limítrofes con Gabón. Era lo que había solicitado Graullera y los técnicos de Hispanoil estaban eufóricos. A falta de la promulgación de la ley de hidrocarburos se había conseguido una importantísima victoria ante las franceses. Hispanoil, que ya había invertido unos 6 millones de dólares en la campaña geofísica, se comprometía a destinar otros 18 millones de dólares para realizar prospecciones en la zona concedida y perforar con ayuda de una plataforma.

Los franceses no habían cesado de dar la batalla durante los primeros meses de 1981 para introducirse en el coto petrolero guineano. Christian Valbert, alto funcionario encargado de la cooperación con los países de habla hispana y portuguesa, había vuelto a resucitar la idea de participar en GEPSA. En un artículo publicado en la revista Actuel Development, Valbert aseguraba que el Gobierno guineano había manifestado sus preferencias por la creación de un consorcio en el que el Estado guineano fuera mayoritario y agrupara a Hispanoil, Elf Aquitaine y Petrogab. Los franceses afirmaban que podían solucionar el contencioso guineano-gabonés e incluso daban a entender que podrían ayudar a los guineanos a recupera sus islas cedidas a Gabón. Según añadía Cambio-16, las maniobras se multiplicaban y corrían rumores de que el mismo Graullera había entregado a Andrés Moisés Mba a Obiang, tras ser secuestrado de su residencia madrileña y llevado a Guinea en un avión de Hispanoil. Evidentemente estos comentarios eran falsos, pero demuestran el estada de tensión que se vivía y que todo valía en aquella confrontación.

Distintos negocios relacionados con la importación y exportación, el reparto arbitrario de licencias de importación, la concesión de áreas para explotación de petróleo y la aparición de rumores sobre la existencia de minerales valiosos, hacían que el cuadro se fuera complicando cada vez más. Se sumaban actores y el «pastel» a repartir se hacía más apetitoso. «El territorio de la República de Guinea Ecuatorial presenta buenas perspectivas mineras en uranio y oro, según las investigaciones realizadas por la compañía Guineo-española de Minas S.A. (GEMSA)», decía un texto de EFE fechado en Malabo. Esta información aseguraba que proseguían las prospecciones,  en secreto, en las que ADARO había movilizado a más de 300 guineanos que tomaban muestras y realizaban otros trabajos dirigidos por dos docenas de técnicos españoles. Según EFE, la oficina Francesa de Investigaciones Biológico-Mineras (BRGM) había solicitado al Gobierno la explotación de una zona al noroeste de Río Muni rica en minerales radiactivos.

Era el momento ideal para presentar ante el Parlamenta español los beneficias que podía ofrecer la ayuda a Guinea y diseñar un plan global para dar un nuevo impulso a la cooperación. Graullera explica la importancia de las cuadrículas escogidas, situadas en una de las principales zonas petroleras del planeta, pero las autoridades españolas viven un momento complejo del proceso de tránsito de la dictadura a la democracia, con una UCD en descomposición y un PSOE que asciende en forma irresistible. Graullera duda entre sus deseos de dimitir o terminar la obra iniciada y seguir ayudando a Obiang, por quien siente un sincero afecto, y a Guinea Ecuatorial. El militar guineano está enrabietado, como un niño pequeño cuando ve que su padre le va a dejar sólo en la escuela.

Por otra parte, la aposición guineana, especialmente la siempre activa ANRD, sigue acusando al Gobierno por la falta de un calendario que establezca plazos a la democratización del país y la prensa española arrecia en sus críticas contra Graullera y la cooperación, que tienen gran repercusión entre las hipersensibles autoridades guineanas, nada acostumbradas a ser juzgadas por quienes consideran de rango inferior.

http://www.asodegue.org/hdojmc25.htm